miércoles, 4 de abril de 2018

"Días sin final", Sebastian Barry

"Bailamos, nos dimos palmadas en las espaldas unos a otros, contamos viejas historias. Los hombres escuchaban, todo oídos, hasta que estimaban que podían soltar una carcajada. Entonces no creíamos que el tiempo fuera un bien que tuviera fin, sino algo que duraba para siempre; todo se había detenido en ese momento. Es difícil explicar lo que quiero decir con eso. Echas la mirada atrás a todos esos años infinitos en que nunca tuviste ese pensamiento. Ahora lo hago mientras escribo estas palabras en Tennessee. Pienso en los días sin final de mi vida."


Leer "Días sin final" del irlandés Sebastian Barry, que acaba de publicar AdN Alianza de Novelas es viajar en el tiempo, no sólo a la década de 1850, que es cuando transcurre la acción de la novela, sino más cerca, a finales de 1960, principios de los 70, cuando las tardes del domingo transcurrían frente al televisor, fascinados por las películas de indios y vaqueros que, desde las más simplonas a los más grandes clásicos del western, congregaban a la familia entera después de comer. 

Despliegue de extras aullando con plumas y "tomahawks" enfrentándose a violentos vaqueros, cuatreros, colonos, caballos galopando y manadas de bisontes corriendo por extensas praderas, carromatos, chicas de "saloon", sheriff,  pistoleros...y el Norte enfrentado al Sur, los casacas azules, los rebeldes, las tribus masacradas y los negros perseguidos...El Lejano Oeste inundaba los salones de nuestras casas y por unas horas también nosotros tomábamos partido y sucumbíamos a la seducción del Gran Cañón del Colorado, las llanuras sin fin y los cielos anaranjados de las grandes películas, algunas de ellas, inolvidables, dirigidas por un norteamericano de ascendencia irlandesa, John Ford y protagonizadas por otro norteamericano, también de ascendencia irlandesa, John Wayne.

De Irlanda es también el autor de "Días sin final", Sebastian Barry y lo es también su protagonista, Thomas McNultry, un muchacho huérfano que apenas adolescente se ve obligado a buscarse la vida. Su compañero de fatigas será otro joven de su edad, John Cole, que se convertirá en su amigo inseparable, como lo fueron Tom Sawyer y Huckleberry Finn pero su relación seguirá otros derroteros. Vivirán, lucharán y trabajarán juntos, pero también se enamorarán y vivirán una larga e intensa historia de amor. 

Parece ser que Barry tenía en mente desde hacía muchos años, escribir una novela ambientada en el Oeste, en el periplo vital que vivió su propio abuelo y trasmitir de alguna manera sus experiencias y sentimientos desencadenados por la guerra. Cuando el hijo de Barry "salió del armario", el escritor incorporó el tema de la homosexualidad a su protagonista, creando un personaje atípico en una novela de este género que podría resultar chocante, pero Barry maneja la orientación sexual de Thomas y John Cole con tanta sutileza y naturalidad que se incorpora a la historia de una manera absolutamente creíble, dando a sus protagonistas una dimensión muy humana y una visión de su relación muy realista y conmovedora. 

A través de la lectura, igual que de niños nos sumergíamos en las películas de indios y vaqueros, aquí vivimos los horrores de las masacres indias, luchamos en la Guerra de Secesión y casi sentimos en carne propia las balas de los rifles, las flechas de los pieles rojas, el dolor de la guerra, el hambre, la sed en los inmensos paisajes azotados por el sol y castigados por las lluvias. Magníficas son las descripciones de Barry, imponentes paisajes y terroríficas escenas de lucha entre hombres peleando por la misma tierra. Literatura de dimensiones épicas narrada con una puesta en escena que fácilmente podría convertirse en material cinematográfico. No nos extrañaría que esta novela tuviera una adaptación al cine, el regreso de un género que ilustra una época de la historia de los Estados Unidos marcada por la guerra, el exterminio y la aniquilación de millones de seres humanos que vale la pena no olvidar y que "Días sin final" ha sabido plasmar en toda su grandeza y su crueldad. 




Fotografía de Boulevard literario    

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