miércoles, 25 de mayo de 2016

Las hijas de Sara - Pilar Adón

Cuando uno acaba un libro y la historia y sus personajes no abandonan su cabeza es que indiscutiblemente algo se ha conmovido en el interior del lector, algo ha tocado algún recoveco de su mente o su corazón, o de ambos.

"Las hijas de Sara" de Pilar Adón, es una historia de pocos personajes pero intensas pasiones, de poca acción pero mucha emoción. Es una historia compleja, con muchos sobreentendidos y muchas insinuaciones, ambigua, un punto mágica, en algunos momentos angustiosa.

La prosa de Adón se desliza suave, lírica, poética pero a la vez rotunda y contundente.
Se aprecia una extremada delicadeza en el uso del lenguaje y la descripción de acción y personajes, de manera que el contraste entre el cuidado lirismo estilístico y la crudeza, insinuada o real de lo que nos cuenta, produce un efecto devastador, desasosegante y brutal.
Vamos a leer una historia con reminiscencias bíblicas (implícita ya en el mismo título), también encontramos referencias literarias, como la alusión a Proust o esa "campana de cristal que estalla en pedazos" que nos remite al suicidio de Sylvia Plath. (¿Acaso Sabina no nos la recuerda?)

Personajes femeninos extremadamente sensibles, receptivos y dolientes frente a personajes masculinos primarios, lascivos y rudos, se mueven en un escenario amplio con un horizonte indefinido pero a la vez asfixiante y claustrofóbico. ¡Con qué maestría Adón consigue con las descripciones del viento constante y la arena omnipresente convertir un espacio absolutamente abierto, en medio de la nada, en un lugar cerrado y asfixiante!
La historia tiene momentos casi de realismo mágico pero no se recrea lo suficiente en ellos como para perder la vista un argumento dramático verosímil.

Adón no nos lo cuenta todo. Como lectores hemos de rellenar espacios, situaciones pasadas, presentes y futuras de los protagonistas de la historia. Posiblemente esa sea la razón que, acabada la novela "Las hijas de Sara" no se nos quita fácilmente de la cabeza sino que seguimos demorados entre sus páginas elucubrando motivos, sucesos y sobre todo, el futuro de cada peculiar miembro de la familia Drayton.


"Rosa conocía sus debilidades. Conocía sus pequeños huecos abiertos en la pared. Conocía la esencia primera de la vida: la de ser un trabajo interminable. Poner una piedra y luego otra. Una palabra y luego otra. Sin llegar jamás al final y perdiendo la curiosidad por el camino. Eso era la vida. Un trabajo inacabable en el que se iba perdiendo la esperanza, la pasión, el calor... Conocía la filosofía elemental de la vida: cuando se es joven, se posee el ansia, la fortaleza. Con los años, únicamente se puede disfrutar del poder. Y si no se tiene, si no se ha sido lo suficientemente inteligente como para obtener el poder, se está perdido. Porque ya no queda nada más."