sábado, 28 de febrero de 2015

"-¡Ah, qué imaginación tiene usted!-exclamé-. Yo no soy sino un pobre diablo, un hombre de letras que vive al día. ¿Cómo podría alquilar un palacio por tanto tiempo? Mis medios son tan escasos, mis ingresos tan inseguros, que no sé si dentro de unos meses dispondré de lo suficiente para vivir. Me he permitido, por una vez, un lujo enorme. Pero en cuanto a continuar... 
-¿Le parecen demasiado caras sus habitaciones? Si es así, podría usted disponer de alguna más por la misma suma-respondió prontamente- Podríamos arreglarnos, combinare, como dicen aquí. 
-Ya que me lo pregunta, le diré que las encuentro muy caras. Demasiado caras-afirmé-. Evidentemente, me supone usted más rico de lo que soy. Me miró con desconfianza. 
-¿No vende los libros que escribe? 
-¿Quiere decir si la gente los compra? Algo... muy poco. Mucho menos de lo que yo quisiera. Escribir libros, a menos que se sea un genio (¡y ni aun en ese caso!) es el último camino para llegar a la fortuna. Creo, además, que ya no es posible ganar dinero con la buena literatura. 
-Tal vez no elige temas hermosos. ¿Sobre qué escribe?-preguntó ella implacable. 
-Sobre los libros de otros autores. Soy crítico, comentarista, historiador en pequeña escala repuse. Y me pregunté lo que iría a suceder. "

Los papeles de Aspern, Henry James






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