domingo, 20 de diciembre de 2015

"Herzog" de Saul Bellow

Habíamos oído hablar de Saul Bellow, sabíamos que había ganado el Nobel de Literatura, pero nunca nos habíamos animado a leer nada suyo, hasta que una recomendación llegada desde diferentes amigos lectores nos puso en las manos, una de sus novelas más famosas, "Herzog", publicada por Galaxia Gutenberg.
 
Empezamos la lectura con cautela, sin saber con demasiada certeza con que nos íbamos a encontrar y si iba a ser de nuestro agrado.
 
Desde luego, para un buen lector, no hay como el feliz descubrimiento de un gran escritor y una espléndida novela. Nuestra experiencia con "Herzog" no podía haber sido más positiva.
Para empezar, cuenta con una magnífica estructura narrativa que se desarrolla en distintos niveles. Tenemos por un lado, la historia misma del protagonista al que acaba de dejar su segunda mujer y que decide emprender un viaje. Por otro, nos cuenta episodios sobre su pasado mientras, al mismo tiempo reflexiona sobre su presente y va escribiendo cartas a distintos destinatarios en las que trata los temas más diversos. La combinación de todos estos tiempos componen una estructura narrativa compleja, que recuerda a grandes maestros como Faulkner o Dos Passos, pero si en aquellos a veces un lector poco ágil tiende a perderse, con Bellow avanzamos lectura seguros y sin perder de vista ningún aspecto.
 
 
Formalmente además, la prosa de Bellow es eficiente tanto en la forma como en el fondo. Es una prosa contenida, sin florituras ni ornamentos innecesarios, pero efectiva, contundente y muy plástica en las descripciones, tanto de ambientes como personajes.
 
Así pues, con una estructura narrativa tremendamente eficaz y un dominio magistral del lenguaje a Bellow solo le falta narrar una historia que sea igual de consistente y que nos interese hasta la última de las más de 400 páginas que tiene "Herzog". Y lo consigue.
 
No solo acompañamos al protagonista a lo largo de sus experiencias vitales sino que quedamos prendados ante la galería de personajes que nos va presentado al tiempo que nos adentramos en el universo de Bellow plagado de interesantes reflexiones filosóficas, sociales, políticas y culturales.
 
A "Herzog" no le falta absolutamente nada. Tiene todos los ingredientes para que cualquier lector medianamente preparado, disfrute de la primera a la última página.
 
Sin duda, uno de los mayores descubrimientos del año.

martes, 6 de octubre de 2015

Felicidad clandestina, Clarice Lispector

Felicidad clandestina, Clarice Lispector

Ella era gorda, baja, pecosa y de pelo excesivamente crespo, medio amarillento. Tenía un busto enorme, mientras que todas nosotras todavía eramos chatas. Como si no fuese suficiente, por encima del pecho se llenaba de caramelos los dos bolsillos de la blusa. Pero poseía lo que a cualquier niña devoradora de historietas le habría gustado tener: un padre dueño de una librería.
No lo aprovechaba mucho. Y nosotras todavía menos: incluso para los cumpleaños, en vez de un librito barato por lo menos, nos entregaba una postal de la tienda del padre. Encima siempre era un paisaje de Recife, la ciudad donde vivíamos, con sus puentes más que vistos.
Detrás escribía con letra elaboradísima palabras como "fecha natalicio" y "recuerdos".
Pero qué talento tenía para la crueldad. Mientras haciendo barullo chupaba caramelos, toda ella era pura venganza. Cómo nos debía odiar esa niña a nosotras, que éramos imperdonablemente monas, altas, de cabello libre. Conmigo ejerció su sadismo con una serena ferocidad. En mi ansiedad por leer, yo no me daba cuenta de las humillaciones que me imponía: seguía pidiéndole prestados los libros que a ella no le interesaban.
Hasta que le llegó el día magno de empezar a infligirme una tortura china. Como al pasar, me informó que tenía Las travesuras de Naricita, de Monteiro Lobato.
Era un libro gordo, válgame Dios, era un libro para quedarse a vivir con él, para comer, para dormir con él. Y totalmente por encima de mis posibilidades. Me dijo que si al día siguiente pasaba por la casa de ella me lo prestaría.
Hasta el día siguiente, de alegría, yo estuve transformada en la misma esperanza: no vivía, flotaba lentamente en un mar suave, las olas me transportaban de un lado a otro.
Literalmente corriendo, al día siguiente fui a su casa. No vivía en un apartamento, como yo, sino en una casa. No me hizo pasar. Con la mirada fija en la mía, me dijo que le había prestado el libro a otra niña y que volviera a buscarlo al día siguiente. Boquiabierta, yo me fui despacio, pero al poco rato la esperanza había vuelto a apoderarse de mí por completo y ya caminaba por la calle a saltos, que era mi manera extraña de caminar por las calles de Recife. Esa vez no me caí: me guiaba la promesa del libro, llegaría el día siguiente, los siguientes serían después mi vida entera, me esperaba el amor por el mundo, y no me caí una sola vez.
Pero las cosas no fueron tan sencillas. El plan secreto de la hija del dueño de la librería era sereno y diabólico. Al día siguiente allí estaba yo en la puerta de su casa, con una sonrisa y el corazón palpitante. Todo para oír la tranquila respuesta: que el libro no se hallaba aún en su poder, que volviese al día siguiente. Poco me imaginaba yo que más tarde, en el curso de la vida, el drama del "día siguiente" iba a repetirse para mi corazón palpitante otras veces como aquélla.
Y así seguimos. ¿Cuánto tiempo? Yo iba a su casa todos los días, sin faltar ni uno. A veces ella decía: Pues el libro estuvo conmigo ayer por la tarde, pero como tú no has venido hasta esta mañana se lo presté a otra niña. Y yo, que era propensa a las ojeras, sentía cómo las ojeras se ahondaban bajo mis ojos sorprendidos.
Hasta que un día, cuando yo estaba en la puerta de la casa de ella oyendo silenciosa, humildemente, su negativa, apareció la madre. Debía de extrañarle la presencia muda y cotidiana de esa niña en la puerta de su casa. Nos pidió explicaciones a las dos. Hubo una confusión silenciosa, entrecortado de palabras poco aclaratorias. A la señora le resultaba cada vez más extraño el hecho de no entender. Hasta que, madre buena, entendió al fin. Se volvió hacia la hija y con enorme sorpresa exclamó: ¡Pero si ese libro no ha salido nunca de casa y tú ni siquiera querías leerlo!
Y lo peor para la mujer no era el descubrimiento de lo que pasaba. Debía de ser el horrorizado descubrimiento de la hija que tenía. Nos espiaba en silencio: la potencia de perversidad de su hija desconocida, la niña rubia de pie ante la puerta, exhausta, al viento de las calles de Recife. Fue entonces cuando, recobrándose al fin, firme y serena, le ordenó a su hija:
-Vas a prestar ahora mismo ese libro.
Y a mí:
-Y tú te quedas con el libro todo el tiempo que quieras. ¿Entendido?
Eso era más valioso que si me hubiesen regalado el libro: "el tiempo que quieras" es todo lo que una persona, grande o pequeña, puede tener la osadía de querer.
¿Cómo contar lo que siguió? Yo estaba atontada y fue así como recibí el libro en la mano. Creo que no dije nada. Cogí el libro. No, no partí saltando como siempre. Me fui caminando muy despacio. Sé que sostenía el grueso libro con las dos manos, apretándolo contra el pecho. Poco importa también cuánto tardé en llegar a casa. Tenía el pecho caliente, el corazón pensativo.
Al llegar a casa no empecé a leer. Simulaba que no lo tenía, únicamente para sentir después el sobresalto de tenerlo. Horas más tarde lo abrí, leí unas líneas maravillosas, volví a cerrarlo, me fui a pasear por la casa, lo postergué más aún yendo a comer pan con mantequilla, fingí no saber dónde había guardado el libro, lo encontraba, lo abría por unos instantes. Creaba los obstáculos más falsos para esa cosa clandestina que era la felicidad. Para mí la felicidad siempre habría de ser clandestina. Era como si yo lo presintiera. ¡Cuánto me demoré! Vivía en el aire... había en mí orgullo y pudor. Yo era una reina delicada.
A veces me sentaba en la hamaca para balancearme con el libro abierto en el regazo, sin tocarlo, en un éxtasis purísimo. No era más una niña con un libro: era una mujer con su amante.







martes, 22 de septiembre de 2015

Recordando a Álvaro Mutis en el aniversario de su fallecimiento


 Si oyes correr el agua

Si oyes correr el agua en las acequias,
su manso sueño pasar entre penumbras y musgos,
con el apagado sonido de algo
que tiende a demorarse en la sombra vegetal.
Si tienes suerte y preservas ese instante
con el temblor de los helechos que no cesa,
con el atónito limo que se debate
en el cauce inmutable y siempre en viaje.
Si tienes la paciencia del guijarro,
su voz callada, su gris acento sin aristas,
y aguardas hasta que la luz haga su entrada,
es bueno que sepas que allí van a llamarte
con un nombre nunca antes pronunciado. 
Toda la ardua armonía del mundo
es probable que entonces te sea revelada,
pero sólo por esta vez.
¿Sabrás, acaso, descifrarla en el rumor del agua
que se evade sin remedio y para siempre?

Álvaro Mutis






Fotografía del Boulevard literario







jueves, 27 de agosto de 2015

Confluencias

La verdad es que , salvo contadas excepciones, como en el caso de  Peter Handke o Herta Müller, la literatura alemana no es demasiado conocida en nuestro país.
Por eso, resulta especialmente interesante este volumen, que bajo el título de "Confluencias. Antología de la mejor narrativa alemana actual" publicado por Alpha Decay y cuya edición corre a cargo de Cecilia Dreymüller, reúne una selección de escritores alemanes contemporáneos, no mayores de 70 años ni más jóvenes de 40.
Un prefacio con la extensión suficiente para darnos las pinceladas necesarias que nos sitúan dentro de la narrativa germánica; breves introducciones que nos van presentando a los distintos autores que componen la antología, y una cuidada selección de fragmentos representativos de sus obras (muchas de ellas, desafortunadamente, inéditas en España), ilustran a la perfección el estilo y el compromiso no solo literario, sino también social, que mueve a la la mayoría de estos autores.
Una excelente selección que nos permite hacernos una idea bastante completa de la narrativa alemana actual y que seguro descubrirá al lector más de un escritor digno de conocer, leer y seguir.



domingo, 23 de agosto de 2015

16 consejos literarios de Jorge Luis Borges

16 consejos*
 
Jorge Luis Borges

En literatura es preciso evitar:
1. Las interpretaciones demasiado inconformistas de obras o de personajes famosos. Por ejemplo, describir la misoginia de Don Juan, etc.
2. Las parejas de personajes groseramente disímiles o contradictorios, como por ejemplo Don Quijote y Sancho Panza, Sherlock Holmes y Watson.
3. La costumbre de caracterizar a los personajes por sus manías, como hace, por ejemplo, Dickens.
4. En el desarrollo de la trama, el recurso a juegos extravagantes con el tiempo o con el espacio, como hacen Faulkner, Borges y Bioy Casares.
5. En las poesías, situaciones o personajes con los que pueda identificarse el lector.
6. Los personajes susceptibles de convertirse en mitos.
7. Las frases, las escenas intencionadamente ligadas a determinado lugar o a determinada época; o sea, el ambiente local.
8. La enumeración caótica.
9. Las metáforas en general, y en particular las metáforas visuales. Más concretamente aún, las metáforas agrícolas, navales o bancarias. Ejemplo absolutamente desaconsejable: Proust.
10. El antropomorfismo.
11. La confección de novelas cuya trama argumental recuerde la de otro libro. Por ejemplo, el Ulysses de Joyce y la Odisea de Homero.
12. Escribir libros que parezcan menús, álbumes, itinerarios o conciertos.
13. Todo aquello que pueda ser ilustrado. Todo lo que pueda sugerir la idea de ser convertido en una película.
14. En los ensayos críticos, toda referencia histórica o biográfica. Evitar siempre las alusiones a la personalidad o a la vida privada de los autores estudiados. Sobre todo, evitar el psicoanálisis.
15. Las escenas domésticas en las novelas policíacas; las escenas dramáticas en los diálogos filosóficos. Y, en fin:
16. Evitar la vanidad, la modestia, la pederastia, la ausencia de pederastia, el suicidio.
                                                               
                                                                    FIN

* Adolfo Bioy Casares, en un numero especial de la revista francesa L’Herne, cuenta que, hace treinta años, Borges, él mismo y Silvina Ocampo proyectaron escribir a seis manos un relato ambientando en Francia y cuyo protagonista hubiera sido un joven escritor de provincias. El relato nunca fue escrito, pero de aquel esbozo ha quedado algo que pertenece al propio Borges: una irónica lista de dieciséis consejos acerca de lo que un escritor no debe poner nunca en sus libros


Fuente: http://www.ciudadseva.com/textos/teoria/opin/16_consejos.htm
Fotografía de Sara Facio






martes, 28 de julio de 2015

Oda al verano, Pablo Neruda

ODA AL VERANO
Verano, violín rojo,
nube clara,
un zumbido
de sierra
o de cigarra
te precede,
el cielo
abovedado,
liso, luciente como
un ojo,
y bajo su mirada,
verano,
pez del cielo
infinito,
élitro lisonjero,
perezoso
letargo,
barriguita
de abeja,
sol endiablado,
sol terrible y paterno,
sudoroso
como un buey trabajando,
sol seco
en la cabeza
como un inesperado
garrotazo,
sol de la sed
andando
por la arena,
verano,
mar desierto,
el minero
de azufre
se llena
de sudor amarillo,
el aviador
recorre
rayo a rayo
el sol celeste,
sudor
negro
resbala
de la frente
a los ojos
en la mina
de Lota,
el minero
se restriega
la frente
negra,
arden
las sementeras,
cruje
el trigo,
insectos
azules
buscan
sombra,
tocan
la frescura,
sumergen
la cabeza
en un diamante.

Oh, verano
abundante,
carro
de
manzanas
maduras,
boca
de fresa
en la verdura, labios
de ciruela salvaje,
caminos
de suave polvo
encima del polvo,
mediodía,
tambor
de cobre rojo,
y en la tarde
descansa
el fuego,
el aire
hace bailar
el trébol, entra
en la usina desierta,
sube
una estrella
fresca
por el cielo
sombrío,
crepita
sin quemarse
la noche
del verano.

Pablo Neruda  




lunes, 27 de julio de 2015

"Las bibliotecas atraen a los locos, eso es así. Sobre todo en verano..."

"Las bibliotecas atraen a los locos, eso es así. Sobre todo en verano. ¡Ah!, claro, si cerrasen las bibliotecas en vacaciones, dejaríamos de verlos. No más locos, ni pobres, ni niños solos, ni estudiantes suspendidos, ni abuelitos, ni cultura, ni humanidad. ¡Cuando pienso que algunos alcaldes se atreven a cerrar las bibliotecas en el mes de agosto! Todo para ahorrar gastos de mantenimiento. Qué barbaridad. Figúrese: en una ciudad agobiada por el calor, cuando los sueldos son insuficientes, las tiendas están cerradas, las piscinas abarrotadas, los bolsillos vacíos, tus angustias agazapadas en la sombra y el asfalto reblandecido, cuando la casa de la cultura podría tender la mano a todos esos hijos perdidos en el océano de la sandez urbana, pues no, el señor alcalde cierra las puertas de la biblioteca. El muy infame. ¿Qué hará el abuelito en el mes de agosto? Yo se lo diré: se despertará el martes, se montará en el único autobús del día, caminará lentamente, paso a paso, hasta la puerta de la biblioteca y, una vez allí, cuando la víspera se había imaginado un agradable día climatizado hojeando sus periódicos preferidos, una vez allí, como una puñalada por la espalda, como el golpe de Estado del 18 de brumario, mi abuelito verá en la puerta el cartel traicionero: CERRADO HASTA SEPTIEMBRE. Y luego Durkheim se sorprende, de que haya más suicidios en verano… Es tan triste. No hay nada más triste que una biblioteca vacía. Quiero decir, una biblioteca abierta pero despoblada. Aunque eso pasa en cualquier época del año. Entonces te quedas como el tío Gilito plantado en su montón de oro. Porque, por muy dura que haya sido con usted, la verdad es que ¿qué haríamos nosotras sin los lectores?"

Fragmento de "Signatura 400", Sophie Divry , Blackie Books

Fotografía de : http://photography.londoneater.com/2010/09/old-man-reading-the-ft-in-the-library/













jueves, 23 de julio de 2015

"Vivimos a ras de suelo..."

"Vivimos a ras de suelo, en lo llano, y sin embargo aspiramos a elevarnos. Terrestres, a veces ascendemos tan alto como los dioses. Algunos se elevan por medio del arte, otros con la religión; la mayoría, con el amor. Pero al elevarnos también podemos caer en picado. Hay pocos aterrizajes suaves. Podemos rebotar en el suelo con tal fuerza que se nos fractura una pierna y somos arrastrados hacía una vía férrea extranjera. Cada historia de amor es en potencia una historia de aflicción. Si no al principio, más tarde. Si no para uno, para el otro. A veces para ambos.

Entonces, ¿por qué aspiramos continuamente al amor? Porque el amor es el punto de encuentro entre la verdad y la magia. La verdad, como en la fotografía; la magia, como en los globos aerostáticos."

Niveles de vida, Julian Barnes, ed.Anagrama 




miércoles, 1 de julio de 2015

Siempre lecturas no obligatorias

En 1996 se otorgó el Premio Nobel de Literatura a la poeta polaca Wislawa Szymborska.
Para hacerse una idea de este merecido galardón solo hace falta leer y saborear "Paisaje en un grano de arena", por elegir algo representativo de su obra poética.
Pero no hablaremos hoy de poesía, sino de prosa, y, concretamente de la tercera selección de textos y reseñas literarias que ha ido publicando Ediciones Alfabia.
Primero fueron "Lecturas no obligatorias", después "Más lecturas no obligatorias" y más tarde, llegaron "Siempre lecturas no obligatorias" que es el volumen que acabamos de leer.
Os lo recomendamos por diversos motivos: por el impecable y fluido estilo narrativo de Szymborska, por su ingenioso y agudo sentido del humor, por sus amplias y variadas inquietudes culturales y, por si no tenéis aun motivos suficientes, por aproximarnos a una literatura, la polaca, bastante (por no decir, totalmente) desconocida por nuestros lares.
Leyendo a Wislawa aprendemos sin apenas darnos cuenta, no solo sobre libros y literatura, sino sobre cultura en general: filosofía, pintura, música, Naturaleza...Un variado abanico de inquietudes que dan pies a sugerentes reflexiones que, en más de una ocasión nos dejan con una sonrisa en los labios, como la del fragmento que reproducimos a continuación, perteneciente a la reseña del "Breve diccionario de escritores ilustres".
Gracias Wislawa por habernos dejado tanto antes de irte...


“…¡Más de doscientos rostros! ¿Pero cuál de ellos podría definirse como el característico para un escritor?¿Hay realmente alguna apariencia arquetípica para él?¿Alguna arruga predominante, un mentón característico, alguna verruga que indique la voluntad de escribir? Me vino a la mente el capitán del barco Beagle, un fisionomista que no quería subir a Darwin a bordo, porque la nariz del joven naturalista evidenciaba por lo visto una personalidad titubeante. Sobre los escritores no se sabe aún mucho más. Los bonachones ofrecen un aspecto patológico; los impulsivos, corderil; y las almas eminentemente sensibles se materializan en las fotos como si estuviesen en busca y captura. Puede que no todos, pero ¡qué más da al fin y al cabo! La mayoría tiene aspecto de cualquier cosa menos de escritores. Balzac parece un posadero; Joyce, el contable de una funeraria; Eliot, el director de una clínica psiquiátrica; y Heinrich Mann, un farmacéutico que ha decidido envenenar a toda la población. Igualmente caprichosos son los parecidos. Becket tiene el mismo perfil que Jerzy Kwiatkowski, Goethe me recuerda de manera asombrosa a mi abuela, y observando a France y a Tagore se hace difícil creer que no fueran gemelos univitelinos. Por ese motivo, incluso los parecidos de los escritores consigo mismos parecen una trampa: ¿por qué Chesterton se parece al aspecto que debería tener Chesterton y Tolstói y Voltaire? La belleza es también una cuestión sumamente dudosa. Cualquier monstruo puede dar con un solícito retratista, de la misma manera que un querubín con un fotógrafo horrible. En cualquier caso, de toda la galería, Conrad me parece el más apuesto, y no lo digo sin cierto orgullo patrio. En el podio podemos situar también a Melville y a Hemingway. Absolutamente fuera de concurso se encuentra Ibsen por espectro atormentado de un peluquero chiflado. ¿Pero que puede extraerse de todo eso? Nada, absolutamente nada. Justo la conclusión que me proponía…”







martes, 23 de junio de 2015

Fragmento de "El Gran Gatsby"

“Abrimos al azar una puerta que parecía importante y entramos en una biblioteca gótica, de techos altos y paredes recubiertas de roble inglés tallado, probablemente transportada completa desde alguna ruina de ultramar.
Un individuo corpulento, de mediana edad, con gafas enormes y ojos de búho, algo borracho, se sentaba en el filo de una mesa grande y, titubeante, se concentraba en mirar los anaqueles de libros. Cuando entramos, giró sobre sí mismo, nervioso, y examinó a Jordan de pies a cabeza.
-¿Qué les parece? –preguntó con verdadero ímpetu.
-¿Qué?
Señaló hacia los libros con la mano.
-Eso. Y no tienen que molestarse en comprobarlo. Lo he comprobado yo. Son de verdad.
-¿Los libros?
Asintió.
-Absolutamente de verdad: tienen páginas y todas esas cosas. Pensé que serían de cartón hueco, resistente. Pero son absolutamente de verdad. Páginas y… Fíjense, déjenme que se lo demuestre.
Dando por sentado nuestro escepticismo, se precipitó hacia los estantes y volvió con el primer volumen de las Conferencias de Stoddard.
-¡Miren! –exclamó triunfalmente-. Es una pieza auténtica de material impreso. Había conseguido engañarme. Este tipo es un verdadero Belasco. ¡Qué triunfo! ¡Qué meticulosidad! Y también supo dónde pararse: las páginas están sin cortar, sin abrir. ¿Pero qué esperaban ustedes? ¿Qué querían?
Me arrebató el libro y lo devolvió corriendo a su estante, murmurando que si quitáramos un ladrillo toda la biblioteca podría venirse abajo.
-¿Quién les ha traído? –preguntó-. ¿O ustedes han venido por su cuenta? A mí me han traído. A casi todo el mundo lo traen.
Jordan lo miraba muy atenta, feliz, sin responder.
-A mí me ha traído una mujer que se llama Roosevelt –continuó-. La señora Claude Roosevelt. ¿No la conocen? Yo la conocí anoche, no sé dónde. Llevo casi una semana borracho, y pensé que sentarme un rato en una biblioteca a lo mejor me despejaba.
-¿Ha funcionado?
-Un poco, sí, creo. Todavía es pronto para decirlo. Sólo llevo aquí una hora. ¿Les he dicho lo de los libros? Son de verdad. Son…
-Nos lo ha dicho.
Le estrechamos la mano solemnemente y salimos.”

El Gran Gatsby, F. Scott Fitzgerald 






viernes, 12 de junio de 2015

Discurso de Antonio Muñoz Molina en la entrega del Premio Príncipe de Asturias 2013

Discurso de Antonio Muñoz Molina en la entrega del Premio Príncipe de Asturias 2013

Escribir empieza siendo casi siempre un sueño o un capricho o una vocación imaginaria. Pero el sueño, el deseo, el capricho, no llegan a cuajar en nada si no se convierte en un oficio. Un oficio, cualquier oficio, requiere una inclinación poderosa y un largo aprendizaje. Un oficio es una tarea que unas veces resulta agotadora o tediosa por la paciencia y el esfuerzo sostenido que exige, pero que también depara, cuando las cosas salen bien, momentos de plenitud, y permite entonces la recompensa de un descanso que es más placentero porque se siente bien ganado, al menos hasta cierto punto. Digo hasta cierto punto porque todo el que se dedica plenamente a un oficio sabe que siempre hay una distancia grande entre las mejores posibilidades de un proyecto y su realización, igual que hay descubrimientos con los que no se contaba. Un oficio es una tarea práctica: uno hace algo que le gusta y que a costa de aprendizaje y empeño ha logrado hacer con cierta garantía de solvencia, pero no lo hace para sí mismo, por mucho que esa tarea la haga a solas y que en el simple hecho de llevarla a cabo haya una satisfacción privada. El resultado que se obtiene de ella alcanza una existencia objetiva, independiente de quien la realizó, y pasa a integrarse beneficiosamente en las vidas de sus destinatarios: un instrumento musical o una partitura, una herramienta, una mesa, una historia, un cuaderno, un cuadro, un cuenco de barro, una fotografía, un hallazgo científico, un paso de danza, la cura de una enfermedad, un prodigio deportivo, un plato bien cocinado, una pirámide de alcachofas en el escaparate de una frutería.
Hay algunas singularidades en el oficio de escribir, como las hay en cualquier otro. La primera es que la necesidad humana que satisface es una de las más intangibles, aunque también una de las más universales: la de saber historias y la de contarlas, es decir, dar una forma inteligible al mundo mediante las palabras. Una historia, de ficción o no, propone un modelo universal de un cierto campo de la experiencia a partir de la observación de los datos particulares de la vida. Del mismo modo actúa el científico, elaborando modelos teóricos derivados de la observación y la experimentación, que sirvan, doblemente, para explicar y predecir. En las sociedades primitivas o antiguas el mito es el modelo de explicación y predicción de los comportamientos humanos. Nuestra variedad moderna del mito es la ficción, en todas sus variedades, desde las más banales, más toscas, más comerciales y efímeras, hasta las más hondas y exigentes, desde la telenovela y el videojuego a Don Quijote o Moby-Dick o a un cuento de mi querida Alice Munro.
Nos dedicamos, pues, a un oficio más antiguo y más útil de lo que parece. También a un oficio mucho más incierto. Porque en él, y esta es su segunda singularidad, la experiencia no ofrece ninguna garantía, y puede haber una divergencia escandalosa entre el mérito y el reconocimiento.
Quien escribe sabe que ha de dedicar a su oficio tantas horas y tantos años como un artesano al suyo, y que sin esa dedicación no logrará completar nada de valor. Pero también sabe que la entrega, por sí misma, no garantiza la calidad del resultado, porque la experiencia y la dedicación pueden conducirlo al amaneramiento anquilosado y a la parodia de sí mismo. Y también sabe que lo mejor unas veces es reconocido de inmediato y otras veces es ignorado, y que lo que parecía mejor a veces se desmorona al cabo de muy poco tiempo, y que una extraña justicia tardía alumbra mucho tiempo después, sin compensación posible, al talento verdadero que no brilló en vida.
El desaliento ante las incertidumbres del oficio se acentúa más en tiempos de incertidumbres tan amargas como estos. Es difícil hablar de la perseverancia y el gusto del trabajo en un país en el que tantos millones de personas carecen angustiosamente de él. Es casi frívolo divagar sobre la falta de correspondencia entre el mérito y el éxito en literatura en un mundo donde los que trabajan ven menguados sus salarios mientras los más pudientes aumentan obscenamente sus beneficios, en un país asolado por una crisis cuyos responsables quedan impunes mientras sus víctimas no reciben justicia, donde la rectitud y la tarea bien hecha tantas veces cuentan menos que la trampa o la conexión clientelar; un país donde las formas más contemporáneas de demagogia han reverdecido el antiguo desprecio por el trabajo intelectual y conocimiento.
Aun así, y dejando las responsabilidades de la ciudadanía en el lugar que les corresponde, el único remedio aceptable que conozco contra el desaliento del oficio es el oficio mismo. Escribir poniendo artesanalmente en cada palabra los cinco sentidos. Escribir sin concederse la menor indulgencia. Escribir aceptando y disfrutando la soledad y agradeciendo el entramado de otros oficios fundamentales que lo convierten en uno de los oficios menos solitarios y más colectivos del mundo, como es solitario y colectivo el del músico y el del científico; agradeciendo el oficio del editor, del corrector de pruebas, del traductor, del librero, del crítico, el de otros escritores de los que uno aprende admirándolos, el oficio del que enseña a leer y del que trasmite en un aula el amor por la literatura; agradeciendo el oficio más placentero de todos, que es el del lector. Escribir con el miedo a no tener lectores y con el miedo a perderlos, sobreponiéndose lo mismo a los elogios que a las heridas. Escribir porque a pesar de todas las negaciones y las imposibilidades la escritura, como cualquier oficio, es sobre todo un acto de afirmación. Escribir porque sí.

En 1981 se entregaron por primera vez estos premios y vuestra alteza presidió en ellos su primer acto público. Aún se vivía entonces bajo el trauma sombrío y reciente de una tentativa de golpe de estado. En su discurso de agradecimiento, el poeta José Hierro aludió con alegría y alivio, pero también con plena conciencia del peligro, al “aire de libertad que respiramos”. Ese aire, a pesar de todos los pesares, lo seguimos respirando 32 años después, que constituyen el período más largo de libertad que se ha conocido en la historia entera de nuestro país. Es importante recordar estas cosas ahora, cuando el porvenir parece en muchas cosas tan incierto como entonces. En este tiempo se ha hecho adulta la generación entera que nacía por entonces, que es la de mis hijos. Sus vidas son ya más difíciles de lo que imaginábamos hace sólo unos años, pero es importante recordar que también aquellos tiempos de 1981 nos parecían amenazadores cuando nosotros los vivíamos. Y sin embargo no hemos dejado de respirar el aire de libertad que celebraba José Hierro. Sin esa respiración no habría sido posible la generación literaria a la que yo pertenezco. Incluso nos hemos acostumbrado tanto a ella que corremos el peligro de no saber ya apreciarla. Es nuestra responsabilidad salvar lo que ganamos gracias a que muchas personas hicieron y hacen bien sus oficios, privados y públicos; y también reflexionar con urgencia sobre todos los errores, todas las inercias y descuidos que necesitamos corregir. En esa tarea los oficios de las palabras podrán ser más útiles que nunca. 





domingo, 7 de junio de 2015

Dos novelas para subirnos la tensión...

"Un matrimonio perfecto" de Elizabeth von Arnim, novela escrita en 1921, y publicada en 2010 por la editorial Lumen  y "Vestido de novia" de Pierre Lemaitre de 2009 (publicada en España el año pasado por Alfaguara), son dos obras aparentemente con muy poco en común pero que acabo de leer, una tras otra y cada una, con su historia y desenlace me han dejado exhausta y conmovida como persona, pero satisfecha y agradecida como lectora.
Por una lado "Un matrimonio perfecto" es la segunda novela que leo de la prima de Katherine Mansfield que, aunque no tan famosa como ella, resulta ser una escritora aguda, incisiva y con un estilo narrativo ágil y bien resuelto.
Esta obra, que posiblemente conociera Daphne du Maurier y le inspirara su "Rebeca", también tiene, como la novela de la que el gran Alfred Hitchcock realizó una espléndida película, un viudo cuarentón desesperado por la muerte de una bella esposa cuya presencia se palpa en una mansión que bien podría ser Manderley; también hay una muchachita ingenua y dulce como aquella que encarnó en la gran pantalla Joan Fontaine, pero aquí no hay malvada ama de llaves ni una trama de suspense con final espectacular. 
La historia de Von Arnim es una meticulosa, terrible y acertadísima descripción de un caso de violencia psicológica que llega a ejercer un marido obsesivo hasta lo patológico en su joven esposa. Un tema que desafortunadamente sigue en plena vigencia en nuestros días.
Wemyss, este viudo pagado de sí mismo hasta el extremo, se nos va convirtiendo en un personaje absolutamente odioso, irritante y aborrecible hasta el extremo que a la vez, engancha al lector de tal manera que sólo espera ver cómo va a acabar toda esta historia. ¿Se saldrá con la suya este marido dominante hasta la crueldad?, ¿superará su debilidad la joven esposa y lo pondrá en su lugar?...Tendréis que haceros con la novela para saber las respuestas.
Y tras cargar las cervicales con una buena dosis de tensión, cayó en mis manos "Vestido de novia" de Lemaitre, y lo que en principio, parecía que iba a ser una entretenida novela policíaca ha resultado ser mucho más que eso. "Vestido de novia" es una compleja y brillantemente bien trabada historia en la que de nuevo, una pobre incauta se ve sometida a la voluntad de un personaje tan inteligente como enfermizo que convierte su vida en una auténtica pesadilla.
Esta novela se empieza a leer con desconcierto, sin saber demasiado bien qué y por qué está pasando lo que está pasando, pero poco a poco, la información que nos llega de la historia a partir de nuevas perspectivas nos va aclarando la trama y nos va atrapando como una sutilísima y letal tela de araña de la que resulta imposible escapar.
Sin aliento y ya, sin una sola cervical en condiciones, la novela de Lemaitre no permite un solo minuto de respiro al lector. Acabamos la última página dejando escapar un suspiro. Como os decía al principio, me ha dejado agotada a nivel personal, pero muy satisfecha como lectora.
Os recomiendo ambas novelas, cada una a su estilo pero magníficas las dos. 
Un consejo: no las leáis seguidas como yo o sufriréis una sobredosis de tensión de la que tardaréis en recuperaros...







martes, 2 de junio de 2015

Canciones de amor a quemarropa

"Canciones de amor a quemarropa" de Nickolas Butler, publicada por Libros del Asteroide nos plantea una novela coral en la que varios amigos serán los distintos narradores de la historia reconstruyendo su pasado y hablándonos de su presente, cada uno desde su propia experiencia y su personal punto de vista.

No es un planteamiento nuevo ni especialmente original pero es una estructura narrativa que siempre suele funcionar porque le da a la historia agilidad, dinamismo, ritmo y una variedad de perspectivas que siempre enriquecen y complementan la información que el lector extrae del texto.

La lectura de "Canciones..." es fácil, rápida y una vez terminada, uno se pregunta qué tiene de especial esta novela cuando, en el fondo, lo que cuenta y los protagonistas nos recuerdan a tantos otros ya leídos o incluso vistos en alguna que otra película basada en las relaciones de amor, amistad y odio de un grupo de viejos amigos.
Quizá sea el tono en que está escrita. Da la sensación de que es un texto sin grandes pretensiones, pero sincero, bien narrado, con diálogos bastante creíbles y situaciones y personajes verosímiles (lo cual es de agradecer en este tipo de novelas). Y esa sencillez narrativa que les da autenticidad y empatía a los protagonistas consigue muy buenos resultados.

Imposible no recordar a "Libertad" de Jonathan Franzen por las semejanzas de algunos personajes (Lee recuerda a Richard, Henry a Walter y Beth a Patty), pero las similitudes acaban ahí. Si Franzen aspira a escribir la Gran Novela Americana y el texto resultante es extremadamente ambicioso (discutible es si "Libertad" está o  no sobrevalorada, pero eso merecería reseña a parte), Butler solo aspira a escribir un canto acerca de la amistad por encima de todos los avatares y desventuras que van acaeciendo a lo largo de la vida de cualquiera de nosotros.

Amores, odios, celos, envidias,  simpatías, dificultades económicas, accidentes, triunfos, fracasos...relaciones humanas en todas sus variaciones, superadas todas gracias a saber reconocer lo auténtico y verdaderamente importante que sustenta la vida de estos cuatro amigos de un pequeño pueblo de Wisconsin y que es válido y aplicable a todos y cada uno de nosotros, seamos de dónde seamos, y estemos dónde estemos: hablamos de las raíces, las pequeñas cosas cotidianas, el amor y por encima de todo, la amistad.

Una novela, en definitiva, de lectura agradable, amena y bien escrita a la que vale la pena prestarle atención.





martes, 19 de mayo de 2015

La alegría de escribir, Wislawa Szymborska

LA ALEGRÍA DE ESCRIBIR

¿Hacia dónde corre por el bosque escrito el corzo escrito?
¿A saciar su sed a orillas del agua escrita
que le calcará el hocico cual hoja de papel carbón?
¿Por qué alza la cabeza?, ¿ha oído algo?
Sobre sus cuatro patas, prestadas por la realidad,
levanta la oreja bajo mis dedos.
Silencio —palabra que cruje en el papel
y separa las ramas que brotan de la palabra «bosque».

A punto de saltar sobre la página en blanco acechan
letras que acaso no congenien,
frases tan insistentes
que consumarán la invasión.

Una gota de tinta contiene una sólida reserva
de cazadores, apuntando con un ojo ya cerrado,
preparados para el descenso por la .pluma empinada,
para cercar al corzo y llevarse el fusil a la cara.

Olvidan que esto, lo de aquí, no es la vida.
Aquí, negro sobre blanco, rigen otras leyes.
Un abrir y cerrar de ojos durará cuanto yo quiera,
se dejará fraccionar en eternidades minúsculas
llenas de balas detenidas en pleno vuelo.

Nada sucederá si yo no lo ordeno.
Contra mi voluntad no caerá la hoja,
ni una brizna se inclinará bajo la pezuña del punto final.

¿Existe, pues, un mundo
cuyo destino regento con absoluta soberanía?
¿Un tiempo que retengo con cadenas de signos?
¿Un vivir que no cesa si éste es mi deseo?

Alegría de escribir.
Poder de eternizar.


Venganza de una mano mortal.


De "Paisaje con grano de arena", Wislawa Szymborska, Traducción de Ana María Moix y Jerzy Wojciech Slawomirski, Editorial Lumen.





lunes, 11 de mayo de 2015

El gusano de seda

Bajo el pseudónimo de Robert Galbraith, se esconde ( aunque ya es sabido por casi todos), la escritora inglesa J.K.Rowling que, talento literario a parte, siempre será reconocida por haber despertado en millones de niños, y no tan niños, de todo el mundo, la afición por la lectura, gracias a las aventuras de Harry Potter, esa criatura menuda y con gafas que Rowling engendró entre cafés en un local londinense.

Del mágico mundo de aprendices de brujo, muggles e innombrables fuerzas malignas, J.K Rowling se transforma en Robert Galbraith y pasa a escribir "El gusano de seda",su segunda novela policíaca cuyo protagonista ya no es un chico tímido con grandes poderes, sino un hombretón, ex-soldado de la guerra de Afganistán, llamado Cormoran Strike, con poca magia pero gran intuición y tenacidad como detective privado.

El argumento no ganará ningún premio a la originalidad. Parece un cruce truculento  entre un episodio de "Mentes criminales" y una novela de Agatha Christie, escrita bajo peligrosa sobredosis de teína; pero está bien escrita, sabe mantener el interés y el desenlace resulta original y muy bien trabado.

"El gusano de seda" puede ser una buena opción para leer en la playa este próximo verano, o junto a la chimenea allí donde sea invierno.

Un plus: resulta divertido identificar los lugares de referencia literaria que van apareciendo a lo largo de la novela: desde Charing Cross Road, donde vive el protagonista, hasta locales como el Ye Old Chesire Cheese o el Chelsea Arts Club.





viernes, 8 de mayo de 2015

La libreria CASA USHER

ESTA LIBRERÍA ESTÁ ENCANTADA
por los espectros de tanta gran literatura
como hay en cada metro de estantería.
No vendemos baratijas, aquí somos sinceros.
Amantes de los libros: seréis bienvenidos
y ningún dependiente os hablará al oído.
¡Fumad cuanto queráis, pero usad el cenicero!
Busque, amigo, busque cuanto guste,
pues bien claros están los precios.
Y si quiere preguntar algo, hallará al dueño donde
el humo del tabaco se torne más espeso.
Compramos libros en efectivo.
Tenemos eso que usted busca,
aunque usted no sepa aún cuánto lo necesita.

La malnutrición del órgano lector es una enfermedad seria.
Permítanos prescribirle un remedio.


Texto a la entrada de la librería Parnaso en casa de la novela "La libreria encantada" de Cristopher Morley, publicada por la editorial Periférica.




CASA USHER es una pequeña/gran librería que ha abierto recientemente en el barrio de Sant Gervasi de Barcelona. A pesar de su sugerente nombre y de la cita con la que empezamos este post, ni es terrorífica ni está encantada...pero sí tiene mucho encanto.
La inauguración de una nueva librería es siempre una excelente noticia y si es como ésta, todavía más. Un espacio más bien pequeño pero tremendamente acogedor, un espacio en el que poder mirar, ojear, entretenerse, sin prisas y con tranquilidad; un espacio en el que la oferta sorprende gratamente por su variedad, y en el que, si buscamos algo que no está disponible, podemos encargarlo sin problemas y nos llega (damos fe) con prontitud. 
Es un verdadero placer comprobar que la gente que lleva CASA USHER: Gerard, Maria y Anna aman y conocen el mundo de la literatura. No hay más que ver cómo se enciende el brillo en sus ojos cuando te asesoran sobre libros. No son vendedores, son libreros. De los que acarician los libros mientras hablan, de los que los mecen entre sus manos mientras los recomiendan. Aman los libros y se nota.
En CASA USHER tenemos también la oportunidad de estrenar nuestras lecturas paladeando una buena copa de vino o saboreando un humeante café. Su patio de paredes blancas y ladrillo, y sus jóvenes y prometedoras buganvilias serán con toda seguridad, un buen refugio donde esconderse esta primavera o durante el caluroso verano barcelonés.
Además en CASA USHER han empezado a organizarse presentaciones de libros y exposiciones , las primeras muestras de un calendario repleto de actividades literarias. 
¡No se puede pedir más!
Os animamos a todos a que la conozcáis...






































lunes, 27 de abril de 2015

Siempre caro

No sabía quién era Marcello Fois cuando por pura casualidad, "Siempre caro" llegó a mis manos.
Tenía prevista otra novela para leer pero sus apenas 125 páginas, un argumento atractivo y especialmente, ver que el prólogo entusiasta era nada menos que de Andrea Camilleri, me decidieron a dedicarle un tiempo de lectura a esta novela que, afortunadamente, ha resultado ser un magnífico descubrimiento.
"Siempre caro" es una novela breve, que se lee en unas horas, y que nos sumerge de lleno en un pueblo de Cerdeña a finales del siglo XIX. Un robo, un acusado que se vuelve prófugo, después un asesinato, una familia poderosa en la que subyacen pasiones, celos e intrigas... e investigando y empeñado en resolver los casos, un abogado íntegro y carismático que combina a partes iguales, un sentido práctico de la vida con una extremada sensibilidad y goce poético.
Nuestro protagonista, Bustianu, da largos paseos después de comer por las colinas cercanas a su pueblo, de ahí el título de la novela "siempre caro", en referencia al paseo al aire libre, como hacía Leopardi en uno de sus poemas. Bustianu investiga y luego reflexiona a la par que contempla la naturaleza y en esa contemplación se encuentran los más bellos pasajes de esta obra, especialmente, el capítulo final en el que paisaje, naturaleza, sentimiento y humanidad explotan y se funden en un todo absoluto.
Original resulta también la estructura narrativa sostenida y combinada a través de tres narradores que dan agilidad y dinamismo a la historia.
¿Novela negra?...sí, pero casi encuadrarla en este género es lo de menos, porque hay tal riqueza de matices, complejidad psicológica de los personajes, realismo y poesía que es novela negra y mucho más. "Siempre caro" es, sencillamente, excelente narrativa que nos ha dejado con ganas de leer más novelas de Marcello Fois.